Bosones Socialistas Hacia el Infinito

LA IGLESIA: El negocio de la ¨muerte¨

 A partir de la invasión que los europeos realizaron a lo que ellos denominaron ¨El Nuevo Mundo¨, se produjo la imposición de su cultura a través de un discurso religioso que se impuso a sangre y fuego. “A partir del descubrimiento, América se vio envuelta en un ambiente esencialmente religioso, tal como lo indica el hecho de que, cuando los conquistadores colocaban el estandarte real para indicar la posesión de nuevas tierras, junto a él se fijaban una cruz de madera del Nuevo Mundo que, en el aspecto espiritual, simbolizada la proyección hasta estas tierras de la soberanía de la iglesia Católica y de su jerarca máximo”1.

A partir del siglo XVI en España se había establecido una modalidad que tendría una influencia decisiva en los destinos espirituales y religiosos de América, ya que después de su ascenso al trono, el Papa Julio II había investido a los soberanos españoles con el patronato de las Iglesias Americanas

La idea de la muerte para nuestros ancestros era muy distinta a la impuesta por la doctrina Cristiana. Para esta el hombre desde que nace comienza a morir físicamente porque su cuerpo está corrupto, el pecado original se transmite por herencia y propagación de la misma naturaleza humana. Pese a ello la muerte implicará alternativas diferentes según se trate del justo o del pecador. Para el primero será el descanso de la vida, para el segundo tormento y dolor, reflejándose los dos balances posibles: Bueno y malo.

En este sentido, para la iglesia la muerte significa final, desenlace y la oportunidad del alma para pasar a un mundo mejor ó peor, cual fuere el caso. La muerte es un gran acontecimiento pues se trata del momento en que Dios juzgará el alma de pobres y ricos, premiando o castigando con el cielo, el purgatorio o el infierno, según su actuación en la vida temporal.

Se construye una explicación consoladora que busca atenuar el pánico que genera la muerte. El bien está solo en el más allá, en la omnipotencia Divina, en la existencia de una vida perdurable prometida a los fieles en recompensa a una vida de sacrificios. El mal está en la tierra, y en consecuencia la vida del cristiano será solo un tránsito que conservará la esperanza de una vida mejor.

Más específicamente en las exequias cristianas se plantea “ Todos los sacramentos, principalmente los de la iniciación cristiana, tienen como fin último la pascua definitiva del cristiano, es decir, la que a través de la muerte hace entrar al creyente en la vida del reino. Entonces se cumple en él lo que la fe y la esperanza han confesado “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.”2.

Es imprescindible a la hora de la muerte procurar salvar el alma del purgatorio ó el infierno. La Iglesia proporciona las herramientas al hombre para salvarse La Iglesia como Madre, ha llevado sacramentalmente en su seno al cristiano durante su peregrinación terrena, lo acompaña al termino de su caminar para entregarlo en ¨las manos del padre”. La Iglesia ofrece al padre en Cristo al hijo de su gracia y deposita en la tierra, con esperanza, el germen del cuerpo que resucitará en la gloria.

La muerte planteada de esta manera otorgaba a la iglesia y sus representantes, la potestad de mediar para que a la hora de la muerte tuviera el ser humano el cielo asegurado. En otras palabras, la muerte, era el negocio redondo de la iglesia.

La realización de un testamento antes de morir era imprescindible, se tratara de la clase social que fuera. Hasta los esclavos procuraban dejar sus ¨cuentas claras¨ con la iglesia, comprando el bienestar de su alma, a través misas, capellanías, etc.

La realización de misas, la entrega de limosnas, la fundación de capellanías, las donaciones a la iglesia, constituían en el siglo XVIII parte de “ese pago” a través del cual se esperaba que la iglesia, a través de la Virgen, y los Santos intercediera por la salvación del alma y el perdón de los pecados. Igualmente la escogencia de mortajas, lugar de celebración de Misas, etc, denotaban todo un capital que poco a poco iba amasando la Iglesia.

En este sentido, el discurso de la Iglesia enfatiza a través del concepto premio-castigo, el sentimiento de culpa por caer en el pecado y concibe a la muerte como instrumento de control de conciencias generalizando el uso de testamentos como documento de última postrimera voluntad. Este era un modo de alcanzar la buena muerte pues evitaba que el fin de la vida llegara sin haberse tomado las disposiciones materiales y espirituales necesarias, que impliquen el balance interior cuyo parámetro lo constituye el respeto a los preceptos cristianos.

La posibilidad de alcanzar la salvación llega a través de un espacio intermedio: el purgatorio: Donde las almas deambulan esperando poder salir por acumulación de obras y por intercesión de los vivos a través de los denominados gestos religiosos que suponen connotaciones de tipo económico y entre los que se encuentran: La sepultura, mortaja, entierro, misas, etc.

De esta forma por lo menos en América, para el siglo XVIII ya la iglesia poseía una cantidad muy grande de tierras, muchas de ellas provenientes de testamentos. Ellos salvaban el alma en el más allá y en el más acá se procuraban un creciente dominio económico, a través de la imposición cultural.

REFERENCIAS:

López RJ. 1989. Las disposiciones testamentarias sobre misas y fundaciones de misas de Asturias en los siglos XVI al XVIII. En: La religiosidad popular II. Vida y muerte: La imaginación religiosa C Alvarez Santaló. M.J Buxó y S Rodriguez Becerra ( coords) pp 244-260. Anthropos Editorial del hombre-Fundación Machado, Barcelona.

Thomás LV. 1975. Antropología de la muerte. Fondo de Cultura económica. México. D.F.

Zucchi Alberta. 2000. Polvo eres y en polvo te convertirás: La muerte y su entorno en Venezuela hasta 1940. En: Antropológica 93-94. Fundación la Salle. Caracas-Venezuela.

1.Felice Cardot En: Zucchi Alberta.1993-94:49.

2 Los siete sacramentos de la Iglesia.




La razón de los escuálidos

Paseando entre argumento y argumento de quienes se confiesan anti-Chávez, vagando entre el bullicio de la calle, las numerosas líneas de periódicos, entre las miles de palabras que se lanzan en la televisión o vía Internet, llena de especialistas, sesudos que vaticinan que el “país se cae a pedazos”, hemos concluido, que existe una fuerza que aglutina a la mayoría de estas personas: Su vergüenza étnica. Este “sentimiento”, que no tiene nada de natural, que no se constituye en un problema genético, que no es exclusivo de los venezolanos, es una condición históricamente determinada. La situación de penetración cultural a la que hemos estado expuestos durante mucho tiempo, de la mano de una educación enfilada en la fragmentación, que no permitía una real ubicación histórica y espacial del niñ@, luego hombre/mujer, condición necesaria para darle un sentido de pertenencia, de futuro, de presente, han aportado los elementos que han venido amasando en el pueblo, por lo menos en un sector, un sentimiento de pena por lo que son, por ser Latinos, por ser morenos, por hablar español, por vivir en una zona popular, por ser venezolan@s.

Este sentimiento que no es nuevo y se mantuvo velado durante mucho tiempo, constituye uno de los principales mecanismos de dominación y opera a través de: Los medios de comunicación, la educación formal y la familia. Durante los últimos años, al acrecentarse las contradicciones, aquello que se encontraba enmascarado, saltó, se hizo claro, se reveló, constituyéndose en un elemento central que alimenta a la oposición y les impide que muchos aún puedan aceptar a alguien, que representa aquello que tanto niegan y que son ellos mismos: El pueblo.

Buscando en años pasados, en los valores sociales reproducidos a través de los medios, hemos encontrado la manera en que se alimentaba y sostenía ese sentimiento de vergüenza étnica, esa negación de si mismo. Así, por ejemplo: por más pobre que se fuera, así te tocara llegar a tú casa luego de largas colas y de subir una eterna “escalera”, ver a tus vecinos, y regresar luego de un día de máscaras, solo bastaba con encender el televisor y sumergirte en él. Podías en este “aparato singular” escuchar como te repetían día a día, que para “nivelarte” con los demás, solo tenías que vestirte a la última moda, y dejar tú sueldo en algún lugar nocturno en las Mercedes, o en cualquier zona lejos de tú comunidad. Porqué si no estabas allí, si no convivías con ellos, la lejanía implicaba no ser ellos.

Muchos mitos fueron conformando aquel sentimiento, que al estar tan arraigado, aún entre algunos venezolan@s, ha sido históricamente un espacio desde donde operan los mecanismos manipuladores que han intentado y siguen intentando, desde la oposición, impedir la conformación de un movimiento de identidad nacional. En este sentido, en épocas recientes algunos estereotípos se alzaron desde los medios de comunicación sobre lo positivo de nuestro país.

Veamos: Venezuela es la mejor porqué tiene muchas Miss Universo, Miss Mundo, nuestro país es el país del petróleo y las mujeres bellas, Venezuela es muy importante porqué es uno de los principales proveedores de petróleo para EEUU. Celebremos porqué tal cantante fue nominado al Grammy, alguna vez algún actor llegará al Oscar. A nivel de la estructuración de la personalidad, podemos encontrar algunos requerimientos: Si vives en alguna zona popular, niégalo, no lo digas, escóndelo, inventa otra dirección. Debes saber hablar Inglés, no ingerir alimentos de los considerados para pobres delante de tus amigos, no debes ser franco y sincero, debes mantener cierta forma de hablar, etc..

Para algunas personas existió una época en la que “para sobrevivir”, es decir, ser considerado para algún empleo, un cupo en la universidad, etc, tenías que inventar una dirección u utilizar la de alguien más, si provenías de una zona popular, ya que eran muy mal vistos, y descartados.

Todo lo anterior iba de la mano con unos medios de comunicación enmarcados en un desprecio por el pobre, por su condición. Así, revisando algunas programaciones de los 80 hasta los 90, notamos que el pobre no existe, está desaparecido, aún cuando la mayoría de los programas están dirigidos a él. No existe el pobre, solo un concepto prefabricado de la pobreza, una idea de lo que los dueños o productores de los medios pensaban que era ser pobre, un concepto de pasaba por la inyección de una imagen completamente equivocada, llena de prejuicios, llena de falsedad, de estereotípos negativos. El pueblo, entonces, asumía su identidad a través de aquellas imágenes e ideas fabricadas desde la especulación y el desprecio, y terminaba por negarse, despreciarse y negar todo lo que le rodeaba.

Considerar la “vergüenza étnica”, supone remontarse en el tiempo, hasta la llegada de los primeros europeos a lo que hoy es Venezuela. Un análisis superficial de lo escrito por aquellos cronistas que recorrieron y reseñaron sobre las etnias que habitaban desde milenios en toda la región, nos proporciona toda una serie de especulaciones y estereotipos negativos, que establecían que los indios eran flojos, brutos, feos, etc… Y por contraposición los Visitantes eran bellos, trabajadores, inteligentes, etc… Lo interesante, de lo anterior, es notar como todas esas calificaciones se han mantenido a lo largo del tiempo y se han mostrado en diferentes formas, pero con la misma esencia y el mismo objetivo: Sembrarnos de vergüenza y dominarnos.

No es de extrañar, entonces, que este mecanismo se perfilara como un elemento fundamental de dominación. El hecho de que algun@s venezolanos parte del pueblo no se reconozcan y tomen partido en contra de ellos mismos, colocándose de lado de quienes nunca les han dado nada, de quienes los han negado, de quienes sienten desprecio por ellos, aunque parezca insólito, tiene una explicación histórica y obedece a este proceso sistemático que opera introyectándonos una imagen negativa de nosotr@s y alzando las culturas extranjeras como las mejores.

Este proceso, que pensamos, llegó a una fase de no retorno, que está naciendo definitivamente, mediante un parto muy doloroso, lento, con riesgos. Está trastocando y ejerciendo una presión muy fuerte, quiere salir, develando todo lo que hay a su alrededor, quitando máscaras. La vergüenza que aún sienten algun@s está en su mayor expansión, ha estallado, ha perdido su carácter de bajo perfil, nos ha mostrado su cara, y trata de sobrevivir, de mantenerse y mantener el sistema social que lo alimenta. En este sentido, pensamos que la operatividad de la cultura y su entendimiento teórico práctico desde su carácter revolucionario, despojándola para siempre de las concepciones que la limitan a la recreación, esparcimiento, folklore, etc, y en consecuencia la delineación de políticas culturales enfocadas en la reproducción de valores culturales cónsonos con el socialismo, puede asegurar que las futuras generaciones no sufran de este “mal creado”, que tengan un sentido de pertenencia, de ubicación en el mundo, de aceptación. Esperemos que los escuálidos solo sean una historia, un ejemplo que dar a nuestros niños, la concreción de una educación colonizada…….

@SitaRoja




Las representaciones Andinas: El shamán, entre el poder y lo sagrado.
Nancy Escalante. Antropólogo.

Es muy difícil explicar como eran exactamente los hombres y mujeres que poblaron nuestro territorio, por lo menos hace 15.000 años atrás, sin embargo, poseemos registros arqueológicos, que son documentos históricos y que nos dan la posibilidad de aproximarnos a las características de la vida de estas sociedades. Así, aunque no conocemos sus rostros, ni sus cuerpos, podemos acercarnos a ellos a través de las representaciones arqueológicas de la figura humana, que aparecen en distintos yacimientos de lo que es la actual Venezuela, y que se encuentran en una mayor profusión tanto en la región Andina (siglo XI y XIV de la era) como en la zona de Valencia (1200-1300 d.C). Centrándose en el primer caso la iconografía en la figura masculina, y en el segundo en la femenina.

Estas representaciones no debemos imaginarlas como una ecuación que nos dará un resultado exacto o nos develará un secreto, una verdad absoluta. La arqueología ha producido durante mucho tiempo de investigación, un cuerpo de teorías científicas que le han proporcionado un método para acercarse a una interpretación, basándose en un conjunto de datos contrastables y concretos. En este sentido, los estudios de la cultura material, dentro de la que incluimos estas figuras antropomorfas, se constituyen en una fuente muy importante de información.

Las sociedades aborígenes que produjeron estas representaciones, han estado vinculadas a contextos históricos, denominados, según algunos investigadores, como cacicazgos. Esta forma de organización social, que fue definida de esta manera, básicamente por la existencia de un cacique, está caracterizada por una estructura jerárquica, que se refleja en el espacio por la presencia de aldeas centrales, donde vivían los linajes dominantes y otras periféricas habitadas por grupos subordinados, que mantenían con las primeras relaciones asimétricas, basadas en la complementariedad política y económica.

 Los cacicazgos, podríamos decir de manera general, que estuvieron signados por la centralización del poder. Para el caso de las sociedades que habitaron la RegiónAndina, este poder era ejercido desde la religión. En este sentido, y de acuerdo a datos arqueológicos y etnohistóricos, sabemos que las antiguas comunidades cacicales andinas desarrollaron un importante sistema de mitos creencias. Esto se evidencia, según Delgado Lelia (1989), Clarac J (1981), Sanoja y Vargas (1976) por la existencia de templos y santuarios dedicados al ritual, cuyos espacios sagrados parecen haber sido cuevas de las montañas más altas, donde concurrían indígenas de toda la región a rendir culto al Ches1.

Estas religiones o cultos permitieron el surgimiento de la figura del shamán, que según Lelia Delgado (1989) era una especialista en lo sagrado, que se ocuparía en delante de oficiar los ritos, a favor de la comunidad. Estos mediadores entre el colectivo y el más allá, fueron muy importantes para la sociedad en general, así, señalan las fuentes etnohistóricas que “la comunidad les hacía la labranza del maíz o les regalaba presentes santuarios, los cuales almacenaban en depósitos comunales”.
1 Según los cronistas, los aborígenes andinos practicaron religiones animistas, siendo el ches, un espíritu natural que habitaba las montañas y las aguas.

 Lo anterior se enmarca en una iconografía Andina, que aunque está constituida por un gran número de representaciones femeninas, se centra en la figura masculina, pero no cualquiera, sino la del shamán, quien posee el poder, quien puede ser la lluvia, el agua, el viento, el aire o ches. Esta producción iconográfica, tan distintiva de esta región, debemos concebirla, dentro de una sociedad de filiación Chibcha, no militarista, ni expansionista, en la que la agricultura tenía una importancia fundamental para la vida del aborigen. Lo anterior permitió la reproducción en el plano imaginario, de un conjunto de mitos y ritos propiciadores de la siembra.

Estos ritos que fueron fundamentales dentro de estas sociedades, eran administrados y ejercidos por el shamán. De esta manera, los controles y regulaciones sociales, que pensamos eran imprescindibles para el sostenimiento de la ideología que necesitaba una sociedad caracterizada por una estructura jerarquizada, debieron ser introyectados en la mente de los individuos, a partir de lo sagrado y de la imagen del Shamán.

Básicamente, algunos estudios de estas representaciones, se han enfocado en lo estético. No descartamos que mediante esta iconografía se pudiera haber reflejado una apreciación y manejo mediante las proporciones, volúmenes, colores, etc, de la belleza, de lo estético. Sin embargo, creemos que enmarcando estos símbolos dentro de los contextos históricos en que se produjeron, podría plantearse que quizás mediante los mismos, se buscaba generalizar y convertir en conocimientos de sentido común, ciertos rasgos que pertenecían al grupo dominante. Estos símbolos pudieron naturalizarse a partir de ciertas nociones sobre el cuerpo.

Inicialmente, puede observarse como la deformación craneal es un rasgo muy frecuente en la mayoría de las figurinas halladas en esta región. De acuerdo a Sanoja (1995) la deformación no era un rasgo generalizado en la población prehispánica (Sanoja Mario.1995:14). Igualmente, este autor señala que la iconografía de mujeres con el cráneo deformado, alude, quizás, a un sector dominante, asociándose dentro de esta población prehispánica, a la reproducción con el poder político.

En cuanto a estas deformaciones, también es muy común la de las piernas, brazos y orejas, que según Vargas (2007) eran todos rasgos reservados a los miembros del o de los linajes dominantes. En este sentido, la revisión de algunos datos etnohistóricos, nos informa como estas prácticas eran realizadas por algunos miembros de las poblaciones prehispánicas. Según Humboldt (1956) estos pueblos si nacen con la frente poco convexa, con una cabeza chata, buscan como deprimir la frente de los niños. (Humboldt.1956: 286-291). En cuanto a las deformaciones de los lóbulos de las orejas, Gillij (1965), señala que, “los indios haradan las orejas de manera que da espanto verlas (...) el agujero que hacen en ellas desde pequeño es tal que puede caber dentro, un hueso bien grueso, y bastaría esto para hacerlos muy deformes” (Gillij. 1965:61).

Por su parte, las deformaciones de las piernas fueron reportadas en las primeras crónicas que se tienen de indias. Incluso, según Lelia Delgado (1989) existen ilustraciones de viajeros, donde aparecen dibujos de indias presentando dichas deformaciones. Fray Ramón Bueno (1933) dice al respecto que “tenían mucha presunción de que las pantorrillas manifestaran un grosor más de lo regular, y para esto desde la tierna edad que lactan, hacen un tejido muy tupido en lo más delgado de la pierna y otro más arriba de la pantorrilla” (Bueno Ramón, fray.1933:61)

En síntesis, las sociedades andinas produjeron numerosas figurinas antropomorfas que representan a los dos géneros. Las más profusas son las masculinas, casi siempre shamanes en actos de ofrendas (fig 2). Las femeninas son también numerosas y se dividen en dos grupos 1.- Con rasgos que coinciden con las descripciones de los cronistas para las mujeres de los miembros de los linajes dominantes (fig 3) y 2.- las que poseen pocos o casi ningún adorno, vestimentas o pinturas corporales, lo que sugiere que se trata de mujeres del común. Otro grupo, de figuras antropomorfas son representaciones asexuadas.

Estas representaciones, más que objetos, debemos entenderlas como figuras de hombres y mujeres, reales, concretos, que vivieron hace muchos años y que son nuestros ancestros. Una mirada nada más bastará, para encontrarnos en sus rasgos físicos, en sus ojos, en sus bocas. Conocerlos de esta manera, nos permitirá sin duda sentirlos como un tejido que se entrelaza con nosotros, como parte esencial y base de nuestra propia existencia social. Solo así, podremos dejar la lejanía que supone el otro, el extraño, el que no entendemos, y por ende no nos importa.

@SitaRoja